03 junio 2011

haceme un flete, haceme un flete

el dia no era el ideal, la circunstancia menos pero ahi estaba yo con el hombre del flete, cargando y descargando y el cielo a punto de derrumbarse. El tipo tenia cara de simpático y de que le gustaba la charla. Hicimos tres cuadras en silencio hasta que fue más fuerte que él y arrancó. No paró de hablar hasta que llegamos al último lugar de destino y yo que hacía un esfuerzo por escucharlo lo menos posible con el último hilo mental de fuerzas que tenia. Pero tampoco quería ser ortiba porque, después de todo el tipo intentaba poner la mejor a mi cara que seguro tenia la peor onda. La temática de la charla fue variada. Me habló de un choque que tuvo en tal esquina y que todavía está en juicio por eso. Esto derivó en un clásico: yo que trabajé veinte años en una fábrica, en el 2001 se pudrió todo y me echaron. Ahora hace diez años que estoy con ésto (el flete) y ya estoy re podrido pero viste como es todo en este país, uno labura como un perro y nunca te alcanza nada y no podés disfrutar porque siempre pasa algo. Y yo le digo a mi señora, salimos el sábado o compramos una bolsa de porlan?, y compramos la bolsa de porlan porque hay que seguir juntando el mango. Y yo qué le iba a decir al tipo? que si, que no, que no me importaba mucho que me estaba contando, que yo estaba con el ánimo en el decimosegundo subsuelo? y no, no podía. Así que asentía con la cabeza para demostrarle un poco de simpatía y hasta ahi llegué. En un momento, pasamos por una esquina donde había ocurrido un choque y el señor sacó una libretita, una birome y me pidió que le anotara los números de las patentes. Me imaginé para qué era y me imaginé bien. Me dijo que si llegaba a sacar algo me avisaba. Claro, la quiniela. Y ahi nomás le pregunté si siempre hacia eso de jugar los números de patentes accidentadas. Me respondió muy canchero que no, que él solo jugaba cuando tenía un pálpito pero que siempre habia tenido suerte porque hasta ahora habia sacado "dos televisores, una bici y tres chanchos". Mirá vos, el hombre, un afortunado de la vida. Yo jamás me gané ni un florero pedorro en nada. Y sin embargo, ahi estábamos los dos, en una situación nada que ver compartiendo un momento muy cualquiera, sintiéndonos como podíamos.   

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